Hay una indiferencia extraña cuando
te enfrentas a la belleza, te deja desnudo,
es la emoción del silencio de las piedras, que otros tallaron en tiempos hostiles.
Es como respirar debajo del agua mientras en el cielo llueve.
Se abrieron las nubes y surgieron fotogramas de agua y versos de sal
Hay una indiferencia extraña cuando
te enfrentas a la belleza, te deja desnudo,
es la emoción del silencio de las piedras, que otros tallaron en tiempos hostiles.
Es como respirar debajo del agua mientras en el cielo llueve.
Después de mi metamorfosis
aprendí a tejer árboles blancos
con las arrugas que me traía la noche
con la incertidumbre de una araña ante su lienzo.
Hay relojes desnudos que son como nubes
donde no deja de llover el martirio de los segundos
y hay otros
donde el tiempo se echa la siesta de los alacranes.
Quiero dormir el sueño de los relojes mudos
que querían bañarse en alta mar.
Un vigía de labios ciegos
lee un libro de poemas azules
mientras por los estrechos acantilados
donde no caben ni los pájaros
avanzan nubes pesadas como estatuas.
Hay castillos que flotan en el mar
descalzos para no mojarse,
cuyos espejos son agua
y donde nuestros huesos
se pierden por los minuteros del tiempo.
Hay castillos que flotan en el mar
dejando sus costillas abiertas al viento.
La montaña nos prestaba sus esquinas
sus alfombras y sus espejos
y dejaba que la brisa azul
nos soplará el poema perfecto ,
aquel en que los ojos eran gacelas
y los labios pozos sedientos:
El poema de una gacela y el viento
El jardín silencioso
de flores de plata
de arrugas de luz y viento
de primaveras quietas
de agua que no desemboca,
el jardín silencioso
que cuenta las nubes
mientras el molino
se abraza al aire.
La noche se comió al mar
con sus cabellos de plata
con su luna de ojos blancos
con sus cuchillos de agua
La noche se comió al mar
mientras mis pensamientos
navegaban por alta mar.
Vivía en la calle de los cuerpos arrebatados
allá donde las lenguas se estrechan
por los oscuros escondrijos del deseo
y cuando la lluvia empapaba nuestros bocas,
dejábamos que nos comieran las almohadas
mientras al deseo se le caían los dientes.