La plaza se aleja del día
con sus columnas de cielo
sujetando los adioses verdes.
Y al pasear sus adoquines suenan verdes,
verdes de río inquieto
verdes de lluvia lánguida
verdes de amor recién nacido.
Y mientras cae la tarde
y te pierdes entre sus brazos de mármol,
tus besos lejanos también son verdes.