Hay un fragmento de melancolía
en las paredes del viejo Madrid
Hay una mujer de ojos misteriosos
en la esquina roja de Lavapies.
Mientras el verano se come las sombras
la ciudad se llena con arte y fuego.
Se abrieron las nubes y surgieron fotogramas de agua y versos de sal
Hay un fragmento de melancolía
en las paredes del viejo Madrid
Hay una mujer de ojos misteriosos
en la esquina roja de Lavapies.
Mientras el verano se come las sombras
la ciudad se llena con arte y fuego.
Las bicicletas no son para el verano
son para atravesar las nubes
mientras las calles se inclinan
en el despertar de una tarde roja.
Siesta, verano y bicicletas colgadas al cielo.
Ama y ensancha el alma
húrtale al cielo sus corazones de nubes
atrapa el viento que mueve los molinos
deja que las mariposas se agiten en el estómago
agarra la revolución y conviértela en versos
y cuando tus labios se llenen de flores,
saluda al tiempo,
comete la arena de los relojes.
Ama y ensancha el alma
verás como las alas crecen en tu espalda.
Sueña la noche con sus almohadas de luces quietas
mientras las arañas devoran los poemas de acero.
Último verso del caminante. Duerme Bilbao, duerme la ría.
Cae el sol sobre la ría
con la certeza de la ciudad que no duerme
mientras los zapatos cansados sueñan con morir en Bilbao.
A veces a la ría le nacían pechos de acero
y sus venas rebosaban de formas de carne y arte
mientras los edificios vetustos se ponían trajes nuevos.
Y al llegar a la giganta de los brazos rojos
los barcos somnolientos abrían sus carnes
y mostraban sus tatuajes de agua y sal.